13 nov 2013

11- Llueve, Dantés.

Calor.
Seco. El aire es deliciosamente seco y cálido, con ese olor a papel impreso flotando como incienso que se consume poco a poco, impregnándolo todo.
Las luces de la entrada son cálidas también, aunque en las salas del fondo brillan algunos flexos. Está por empezar la temporada de exámenes.
Sonríe.
Avanza decidido, a su sitio, quitándose la sudadera. La cuelga en el respaldo de la silla, y se sienta. Se toma su tiempo antes de encender el ordenador, con los ojos cerrados, acomodándose en la silla.
"Vuelvo a casa... Hoy he terminado mi turno. Te he echado de menos estos dos días en la cafetería. No lo vuelvas a hacer, ¿vale?"
Sigue notando ese beso en la mejilla. Y el calor en la ingle.
-¡Mira quién ha venido!
Rubén deja una pila de libros en el mostrador. Viene de recoger el material de las mesas vacías, y ni siquiera se sienta. Sólo se apoya en la mesa, frente a Ciro, dedicándole una sonrisa. Hoy lleva una camiseta de Dr. Slump. Ciro siempre juega a reconocer los dibujos que tienen sus camisetas.
-Ciao, Rubén.
Hasta él mismo se nota la voz de idiota empedernido. El idiota empedernido con cara de cordero degollado.
-Alguien está feliz, ¿eh? ¿Se puede saber cómo lo haces para estar así en este día asqueroso al inicio de mis -lo observa coger aire, la nuez moverse al tragar saliva- absoluta y completamente jodidos exámenes?
Se miran. Rubén no está enfadado en realidad, ambos lo saben. Pero el estrés de la temporada le agría el carácter. Y, Ciro lo reconoce, cuando una persona está así lo mejor no es presentarse ante ella con una sonrisa idiota y con toda la calma del mundo.
-Gracias. Por cubrir todo el miércoles, y esta mañana.
-Olvídalo. Al menos has venido. Me dijo Arturo que estabas enfermo.
-Es mi biblioteca, vecchio. Claro que vengo. Y lo estuve.
-De resaca, ya. Pues yo me vuelvo a mis apuntes. Tienes todos los movimientos de estos días en el registro.
Asiente, mientras el otro se pone un abrigo oscuro y una palestina verde oscura. Enciende el ordenador, introduce el usuario, e inicia el programa. También saca de un cajón sus auriculares.
-Eh, Ciro. Esta mañana la chica esa tan mona del septum ha venido. Te ha dejado un recado.
Se activa de golpe. Pobre Gabi, ni la ha llamado. Pues sí que se está luciendo como "mejor amigo".
-¿Qué ha dicho?
Rubén sonríe, casi en la puerta. Tiene un paraguas plegable azul en la mano, a medio abrir.
-¿Tu novia, italianini?
-Mi amiga.
-Ya, claro. Bueno, pues tu... "amiga" dice que le recomiendes un libro. -Abre la puerta, y saluda con la mano. Termina de abrir el paraguas.- A ver si me la presentas algún día, Ciro.
Se marcha. Respira el frescor que ha entrado los pocos segundos que la puerta ha estado abierta. Un libro. ¿Cómo le recomienda un libro a alguien que no sabe sonreír? Alguien del que desconoce muchas cosas. Cazzo.
Se pone los auriculares, enciende youtube, listas de reproducción. La voz rasgada de Andi Deris le inunda los oídos.

What can I do?
Will I be getting trough?
Now that I must try to leave it all behind
Did you see what you have done to me?
So hard to justify
Slowly it's passing by

Canta bajito, aunque tampoco hay demasiada gente. La lluvia no anima a salir, y los únicos ocupantes de la biblioteca son los de la última sala, y en un rincón, Jaime, enfrascado en manuales. Cuando está así de concentrado, no escucha ni un ruido. Al cerrar, le dirá de acompañarlo a casa e ir juntos al bar.

Forever and one, I will miss you
However, I kiss you yet again
Way down in Neverland 

La lluvia golpea con buen ritmo el cristal que hay a su espalda. Ciro se aleja del mundo, releyendo una vez más las páginas de El Conde de Montecristo.
Tiene a un lado apartado uno de los libros que Rubén le ha dejado, preparado.
Apoya los codos en la mesa, la mano sosteniendo el mentón, escapando con Dantés del peñon de If. Ya ha visto un poco del tesoro del abate Faria: tiene la mejor sonrisa del mundo y ha quedado con ella el sábado.
Antes de perderse por completo en la historia de Dantés, escribe un post-it con letra fluida.

"Llevar a Gabi El guardián entre el centeno".

Way down in Neverland.

11 nov 2013

10- Llueve ¡Mamma mía!

La lluvia no es muy densa, pero cae sin tregua; la humedad se le mete en los huesos a través de los rotos del pantalón. Menos mal que hoy se ha puesto la sudadera con capucha.
-¿A que hora sales hoy?
-Boh... Llevo dos días sin aparecer por aquí, Roto. Tengo que organizar todo, revisar archivos y préstamos...
-Pasar por la cafetería a ver si está Raquel...
Le dedica una mirada helada.
-Me gustaría verte enamorado, Artu.
El rubio sonríe a medias, como si disfrutara de una broma interna. La chaqueta de piel le aisla bastante del frío, pero lleva la melena empapada, y los vaqueros manchados de grasa empiezan a mojarse por los bajos. Él se encoge de hombros.
-A lo mejor un día os doy un susto y os digo que me caso.
Ciro masculla en italiano, peleándose consigo mismo para no gritar a la gente que, paraguas en mano, le obliga a ir por la parte descubierta de la acera.
-Qué te vas a casar tú.
-Quién sabe, Ciro... Tampoco es que os cuente mucho de mi vida. A lo mejor tengo novia y no os lo he dicho. Todo es posible.
-Ffanculo. ¿Te lo he dicho alguna vez?
-Yo también te quiero, moreno.
Se ríen, esquivando a un grupo de estudiantes que corren para llegar al autobús. No aceleran el paso aunque la lluvia parece apretar.
Arturo saca una cajetilla de cigarros largos, suaves. Ciro le coge uno y prueba a encenderlo. Le cuesta, pero disfruta al conseguirlo, al expulsar el humo y ver cómo las gotas de agua dibujan formas extrañas. Como una acuarela en el aire, en blanco y gris. Arturo enciende otro.
-¿Y con quién te casarías?
-A ti te lo voy a decir.
-¿A quién si no?
-Oye... ¿Esa no es Raquel?
Se paran los dos al abrigo de un portal, observando una melena pelirroja recogida en una coleta alta, un paraguas a topos verdes y morados esperando a cruzar el paso de cebra cercano.
Ciro apura el cigarro, nervioso.
-Esto está muy lejos de la cafetería, tú. ¿Qué hace aquí?
-¿Y por qué me lo preguntas a mí? Si yo estoy de paso, camino al taller.
Tira el cigarro al suelo y lo pisa. Rodea los hombros del biblioteario con el brazo y le sonríe.
-¿Por qué simplemente no la saludas?
Se incorpora, mientras Ciro pone los ojos en blanco. Qué idea de bombero, piensa.
-¡Raquel!
Se sobresalta, mira furioso a su amigo, que corre calle abajo. En cierto punto, Arturo se para y le dedica una mueca.
-¡Nos vemos en el bar, macarroni!
Se queda quieto, debatiéndose entre matar al rubio o sonreír y pasar de todo. No se ha decidido cuando, esquivando personas, una chaqueta azul y un paraguas verde y morado de topos se plantan frente a él, acompañados de una sonrisa muy grande y una coleta pelirroja.
-¡Hola! ¿Cómo tan lejos de tu biblioteca, Ciro?
La sangre galopa desenfrenada por su cuerpo, la adrenalina invade todo su sistema y tiene que tragar saliva. Dai, dai. Daaaai.
-Me he dado la mañana libre, supongo. ¿Y tú?
Raquel sonríe, encogiéndose de hombros.
-Vuelvo a casa... Hoy he terminado mi turno. Te he echado de menos estos dos días en la cafetería.
Se queda parado. Es cierto. El miércoles lo pasó de resaca enfermo en casa con Arturo. Y hoy se han levantado tarde también. Dio cane.
-Yo...
-No lo vuelvas a hacer, ¿vale? ¡Se me hace muy extraño no charlar contigo por la mañana!
Agradece que la chaqueta le venga grande y oculte la zona clave. Porque toda la sangre se le ha ido a la misma parte desde el instante en que ha oído que le echaba de menos, y no es capaz de pensar con serenidad. Maldita su idea de ponerse vaqueros. Se revuelve, incómodo, deseando que el portal estuviese menos iluminado, o que el cristal de la puerta no fuese de espejo. Así no se vería a sí mismo tan estúpido, allí plantado; mientras Raquel sonríe con toda la calma del mundo, resplandeciente.
-No, claro que no.
-¡Genial! Bueno, yo me voy que me están esperando en casa... Me alegro de verte, Ciro. nos vemos mañana.
Se inclina, le da un beso en la mejilla y sigue andando, tranquila.
Ciro se sienta en el escalón más alto del portal, espalda recta, manos aferrando el suelo. Tiene la mirada fija y el corazón desatado.
Un cigarro. Necesita un cigarro.
No, necesita un café.
Lo que necesita es un guantazo para reaccionar. Se da un golpe suave en la frente con una mano.
-Mamma mia...
Se queda sentado un rato más, observando la lluvia, la gente, el tráfico. Le arde la mejilla y las ingles.
Al cabo de un rato se pone en pie con desgana, camino de la biblioteca.
Tiene una sonrisa idiota en la cara.