-Admítelo.
-Mai.
El rubio pone los ojos en blanco. Se lleva a la boca un cigarro al que sólo le quedan dos caladas. Se remueve un poco para notar el calor de la chaqueta, intentando que la capucha no le caiga sobre los ojos y no sentirse incómodo. El maldito tío de la puerta, con su sonrisa de superioridad, esperando que "los señores quieran entrar y pedir mesa".
-No me jodas, Ciro.
Ciro termina de liar su propio cigarro. Ha comprado de una clase nueva, más oscuro que el que acostumbra, y el olor a vainilla es más fuerte, también. Ha dejado de llover unos minutos atrás, pero aun así, ellos están refugiados en el portal frente a la bocatería.
-Admítelo para que podamos entrar y sentarnos. Por si no lo has notado ¡hace frío! Se me están congelando hasta las...
-Que no. Legolas me gusta en la película, pero no en el libro.
-No tienes ni idea, de verdad.
-Quejica. Mira, ahí está ella.
Arturo masculla todavía, notando los dedos de los pies helados. Se frota el mentón; intentando recordar la última vez que se afeitó. Ciro sonríe, encendiendo el pitillo. Los rizos más rebeldes le cuelgan sobre la frente, un tanto empapados por la llovizna que han soportado durante todo el camino.
La muchacha llega hasta ellos, bien abrigada con su plumas negro y la capucha de pelo echada. Tiene un paraguas plegable en la mano, transparente. La melena oscura cae por encima de la bufanda gris, y las puntas se le rizan por la humedad. Sigue teniendo los ojos grandes, asustados.
-...Hola.
-¡Gabi! Dai, dai, vamos dentro. ¿Cómo estás? -Ciro le dedica una sonrisa de oreja a oreja. Se adelanta, la engancha del brazo, coge a Arturo y los arrastra sin dejar de hablar.- Te he traído un libro, como pediste. Creo que te gustará, trata también de un chico con problemas para relacionarse... Vaya frío hace, ¿verdad? ¡El tiempo está loco!
El rubio suelta una risilla, sin poderlo evitar. Ciro siempre se pone charlatán cuando está nervioso. Pero es gracioso, verse arrastrado por la calle por alguien a quien saca veinte centímetros. Gabi mira al suelo, roja. Sólo cuando entran a la bocatería y el recepcionista les asigna sitio, Ciro detiene la verborrea incesante.
Arturo aprovecha para soltarse, desabrochar la chaqueta y quitarsela. Dentro hace calor, y el pelo suelto le pica en el cuello, aplastado por la capucha.
Se han sentado en una esquina, lejos de la puerta, donde ven bastante bien el local. Parece una mezcla entre el Bocatta y Vip's. No parece estar mal.
-¿Algo nuevo en tu vida, Gabi?
Ciro lo ha dicho como si nada, pero los dos notan como la muchacha coge aliento y traga saliva.
-Pues...
-Se ha quitado el piercing.
Una mirada interrogante del bibliotecario. Arturo se encoge de hombros.
-¿Qué? Es cierto. Ya no lleva el pendiente de la nariz.
-Me he quitado el septum. He decidido... -Ciro le sonríe, para que siga hablando. Arturo no cree que sea posible que se ponga aún más roja.- He decidido hacer algunos cambios en mi apariencia.
-¡Eso es genial! Cuenta, cuenta.
Arturo suspira, pensando en la moto que tiene en el taller, esperándole, mientras Ciro sigue sacando casi con sacacorchos frases cortas a la tímida joven.
Cuarenta minutos después, salen del local. Vuelve a lloviznar, lo justo para que las capuchas vuelvan a tapar las orejas y Gabi abra el paraguas.
-Tu amigo me da un poco de reparo.
Hasta ella misma se asombra de lo natural que le ha salido la frase. Ciro la mira, seguro de que Arturo, que va tres o cuatro pasos por delante de ellos, lo ha oído. Pero Gabi parece haberse soltado un poco, o quizá sea que también empieza a cambiar un poco su carácter, y no le deja ni abrir la boca.
-Es tan serio... No parece mal tipo, pero me da algo de cosa que siempre me mire como estudiándome.
Ciro le pasa un brazo por los hombros.
-Tienes razón, no es mal tipo. De hecho, es el mejor tío que conozco. Pero su vida ha sido bastante mierda hasta hace nada, así que es normal que sea desconfiado, certo?
-Yo... Supongo.
-Dejad de hablar de mí y apretar el paso, leches, que parece que va a liarse una buena.
Un trueno resuena a lo lejos.
Se juntan los tres, apretados, corriendo más que caminando, camino de un punto de encuentro común. La puerta de la biblioteca está cerrada, todavía no abren por las noches. Ciro se recuerda mentalmente que el lunes no tiene excusa, ahora que llegan los semestrales.
Gabi se para en seco.
-Gracias por el libro, Ciro. Y por la cena.
Sonríe, orgulloso.
-No ha sido nada, de verdad. Acuérdate de ir mañana al bar, eh.
Ella asiente, roja otra vez.
-Hasta mañana, Ciro.
-Ciao!
Arturo enciende un cigarro.
-Y gracias también a ti, Arturo. Por ayudar.
-Pse. Te veo mañana.
La ven alejarse en silencio, fumando como si el tiempo no pasara. Cuando su silueta se ha perdido, Ciro se encara contra su amigo.
-Ya te vale, Roto.¿ Podrías ser más inexpresivo?
El rubio sonríe.
-Pse.
-Ti ammazzo.
-Prueba. Te estoy ayudando, pero me cuesta, Ciro. Lo sabes de sobra.
-Confía en mí, si? Non ti farà male, per una volta.
-Déjate de italiano conmigo, chaval. Me has preparado una encerrona porque no querías ir sólo. Ahora no me vengas con el cuento de que soy un dolor en el culo. -Tira el cigarro a la acera mojada, y lo pisa. Le guiña un ojo a Ciro antes de despedirse con un puñetazo en el hombro y echar a andar.- Y ya verás como no entenderá por qué quieres que lea a Holden Caulfield.
-¡Verás como sí!
Desde unos metros más allá le llega una carcajada burlona. Se ríe él también.
-Domani sarà anche meglio.
Ciro es un bibliotecario un tanto peculiar. Tiene piercings, fuma mucho, y bebe todavía más. Le gusta la música rock, dormir poco y salir todas las noches; la ropa rota y los vaqueros. Pero, por encima de todo, le gusta ayudar a la gente. Ayudarla DE VERDAD. Por eso, cuando una muchacha le pide un libro para aprender a sonreír, él se convertirá en el mejor amigo del mundo... ¡Si su vida de locos no lo mata antes!
23 dic 2013
2 dic 2013
12- Cena sorpresa
You're standin' to close what the fuck's with you
You ain't my old lady and you ain't a tattoo
No need to whimper no need to shout
This party is over so get the fuck out
Get the fuck out!
La música suena alta, la voz de Sebastian Bach medio tapada por la de su amigo. Sonríe, tira el cigarro al suelo y lo pisa. Luego entra al taller. Arturo está solo, como siempre que cierra. Hace horas extra.
Pasa sin prisa al lado de un montón de ruedas. El rubio está de espaldas, cantando. Coleta alta, camisa de tirantes más negra que blanca, el mono anudado a la cintura. Está enfrascado con una moto. Ciro no entiende de motos, pero reconoce que esa es preciosa, negra y naranja. Muy americana, muy de club de moteros.
-Artu.
Arturo deja de cantar. Se gira, sentado en el suelo, sin soltar la llave abierta que tiene en la mano.
-¿Qué haces aquí?
-He cerrado la biblioteca y se me ha ocurrido venir a verte. -Se mueve un poco para ocultar el bulto que lleva bajo la sudadera.- ¿Qué haces con ese cacharro?
El rubio se pone en pie, acariciando el manillar de la moto.
-Eh, muestra un respeto. Esta preciosidad es una Pan Head del 52. Y en estado magnífico.
-¿Una qué?
Una sonrisa enorme precede al trapo que Arturo le lanza a la cara.
-Una Harley Davidson, ignorante. Le estaba ajustando el embrague. Para la exhibición de la semana que viene.
Ciro recuerda. En la entrada de la biblioteca tiene un poster gigante con las fechas bien grandes de una exhibición de motos. Arturo se lo ha comentado miles de veces, emocionado. Minchia, soy un despiste con patas.
-Joder.
-Sí... Es magnífica.
Sonríen, cada uno por un motivo. Skid Row sigue sonando por los altavoces, esta vez, la canción es Youth gone wild.
-Eh, Artu.
-Dime.
Se gira, limpiándose un poco las manos en el mono. Deja la llave en una mesa cercana, y abre una botella de agua.
-Te he traído una cosa. Pero no te emociones, capi?
-Tranquilo, no te pediré que te cases conmigo.
Ríen. Ciro saca el libro que escondía bajo la sudadera, y se lo da. El rubio lo coge con reverencia.
-Preludio a la Fundación... Joder, Ciro.
-Eh, has dicho que no querías casarte conmigo.
-Y no quiero. Quiero tener un hijo contigo. ¿Cómo has sabido que...?
-Eh, Artu.- Le palmea la espalda, sonriendo.- El otro día hiciste demasiado por mí, y además, mañana espero que te superes y me ayudes con Gabi y Raquel.
Se sienta en una silla cercana mientras Arturo abre con cuidado el libro, con ansia de devorar cada palabra que haya dentro. Tararea el estribillo de la canción, alegre.
We stand and we won't fall
We're the one and one for all
The writting's on the wall
We are the youth gone wild!
-¿Cuándo has quedado con Gabi?
Ciro sonríe, las manos sobre el regazo. Despacio, muy despacio, Arturo deja el libro en la mesa, y cambia la sonrisa por un gesto serio.
-Dime que no.
-Espero que tengáis duchas aquí, hemos quedado para cenar. Los tres.
Arturo pone los ojos en blanco, luego lo señala acusatoriamente.
-Quiero el divorcio.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)