4 dic 2014

20- Volvamos a probar

La hora fatal.
Es la hora del ahorcado, en la que el reloj no perdona ni un segundo. Tampoco la costumbre, ni el silencio.
Lucía, quizá por intuición, le ha traído un café al llegar, pero no ha intentado hablar.
Tampoco es que parezca muy locuaz hoy.
Los golpes recibidos se están oscureciendo, y tiene un pequeño corte en el pómulo. Además, le duele todo el cuerpo. Pero la sonrisa sigue ahí. Cansada, un poco forzada, pero está.
-Ora torno. Voy a desayunar.
-¿No prefieres que vaya yo y te traiga algo?
Ciro se queda quieto con el chaleco en la mano. Mira en silencio unos segundos hacia la puerta de cristal, al sol de la calle. Luego se gira hacia Lucía. La sonrisa sigue ahí.
-No, no hace falta, Lucía. Grazie comunque.
La chica se encoge de hombros. Lo ve alejarse, y se queda esperando que el chaval que siempre se queda hasta última hora, el amigo de Ciro que estudia medicina, llegue. Alguien tiene que decirle qué diantres le ha pasado al italiano.


Está quieto, pensándose muy seriamente si entrar a la cafetería o buscarse un bar. Quizá lo mejor sea sentarse en un banco a terminarse el paquete de tabaco que ha comprado antes de abrir la biblioteca. Tampoco tiene nada mejor que hacer, excepto saludar a Raquel e inventarse una explicación a sus pintas y heridas de guerra. No le apetece mucho, la verdad. Pero tampoco quiere quedarse sin verla.
-Hola.
Ciro se gira, sobresaltado, y sonríe. Gabi le mira, de nuevo la chica tímida que no sabe muy bien qué hacer. Lleva "El guardián entre el centeno" en la mano.
-Ciao! No esperaba verte aquí.
-Me gusta el café de este sitio.
Se quedan en silencio, incómodos.
Dai, Ciro, dai.
-Te invito.
-...Vale.
Entran los dos, saludando a Raquel, que está atareada sirviendo a un par de mesas. Sólo cuando se les acerca a cogerles el pedido se queda quieta y le cambia la cara.
-¿Qué te ha pasado, Ciro? Dios santo...
-Estoy hecho un Cristo, certo?
Gabi pone los ojos en blanco. Raquel deja la libreta de notas en la barra y le toca con cuidado la cara.
-¿Pero cómo te has hecho esto? ¿Te ha mirado un médico?
-No te preocupes, de verdad. Ya estoy bien, es menos de lo que aparenta.
La pelirroja mira a Gabi, que asiente sin saber muy bien por qué. Con una especie de mirada de "ya hablaremos tú y yo luego", la camarera decide creerse lo que le dicen y empezar a preparar el desayuno de ambos. Cuando lo cogen para ir a una de las mesas de fuera, un grupo de universitarios en una hora de descanso irrumpe en la cafetería, manteniendo a Raquel demasiado ocupada como para seguir indagando.

-Grazie
-Eres tú el que invita.
-Por cubrirme.
-Me va a interrogar después, ¿verdad?
Ciro juraría que ha notado pánico en la voz de la muchacha. Sonríe, y esta vez, es de verdad.
-No, claro que no. Lo va a intentar, pero hoy no podrá. Tienes que elegir otro libro, y tenemos que dar una vuelta con los chicos, e ir al bar, y podríamos incluso quedar con tus compañeras de piso para salir a dar una vuelta todos juntos.
Gabi juega con el sobre de azúcar de su café, sin abrirlo. Hunde la nariz en la bufanda de colores que lleva -el tiempo empieza a parecer por fin invierno- y se queda callada. Ciro espera, paciente.
-Sí, bueno.
-¿Qué te ha parecido el libro?
-Que has perdido la apuesta. No entiendo qué tiene que ver conmigo. Yo no soy Holden, ni estoy enferma.
-No me digas eso, anda.
-¿Qué quieres que diga? No es que me cueste socializar, es que no sé sonreír a la gente. No sé cómo mostrarme sin más.
La sonrisa de él se hace más grande.
-Mira, esta noche en el bar hacen concierto en honor de Queen. Es buena ocasión para empezar despacio a ver cómo lo hace la gente y cómo puedes hacerlo tú.
Ella se queda callada, guarda el azucarillo en el bolsillo del abrigo. Murmura algo ininteligible a través de la bufanda.
-Dai, non essere così. Es una manera de pedir perdón por lo del sábado noche y lo de ayer. No me seas así.
-...Vale.
-Bene! Pues ahora, a la biblioteca. Tienes que cambiar el libro. ¿Sabes cuál quieres o te recomiendo alguno?
A Gabi le habría gustado probar a preguntar si no puede dejarlo sin tener que coger otro, pero Ciro ha cambiado tanto el estado de ánimo desde que se lo ha encontrado que prefiere no hacerlo. Encoge un poco los hombros.
-Tanto me da. He leído ya un montón. Dime tú. No le hago ascos a ningún género.
-Bene. De todas formas, no te preocupes que no caerá Moccia. No lo soporto.
Ella hace una mueca.
-¿Por qué a todos los italianos os cae tan mal? No me gusta, pero ya parece un ataque formal contra él.
-Pues que aprenda a escribir.
Se van, dejando el dinero sobre la mesa.

Jaime está cuchicheando con Lucía, intentando escapar al interrogatorio, cuando la puerta se abre y entran ellos. Ciro sonríe.
-Come va, Jam?
-Aquí estamos. Hola, Gabi. Ciro, te pillo la llave de la cabina, ¿ok?
No se espera a recibir respuesta, se asoma a la mesa y coge una llave, desapareciendo lo más rápido que puede.
Ciro se inclina hacia Gabi.
-Exámenes y Medicina. Boom. Lucía, esta es Gabi; Gabi, Lucía.
Las chicas se miran. Lucía sonríe, y Gabi levanta la mano, un tanto cortada. A Lucía le cae bien cualquiera que le levante la moral a Ciro. Y cuando se ha ido parecía sentenciado a muerte, pero ahora vuelve a parecer él mismo, a pesar de los moratones. Si esa chica es quien lo ha conseguido, a Lucía le cae realmente bien.
-Lucía, si quieres, ve a estudiar. Se queda Gabi conmigo, si?
-No diré que no a tiempo gratis de estudio. Encantada de conocerte, Gabi.
-Esto... lo mismo digo.
Se sienta tras el mostrador con el bibliotecario.
-¿Y ahora?
-Ora... Llama a tus amigas y diles el plan de esta noche. Yo aviso a Arturo y los demás. Y luego, elegimos libro.
-No sé si van a querer salir en lunes.
Ciro la abraza.
-Dai! No lo sabrás si no pruebas.

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