23 sept 2013

8- Volver a casa

Las llaves tintinean segundos antes de que se abra la puerta.
Entran con cuidado, intentando no hacer ruido, conteniendo la risa.
Se mueren de la risa cuando Arturo, el más alto de los dos, se tropieza con Roald, que ha salido a curiosear. Y a regalarles varios bufidos ofendidos.
-Shhh. Zitto, gatto. Zitto!
Roto se ríe, apoyado en la pared. Avanzan sin encender las luces hasta el comedor y se dejan caer en el sofá. Derrotados. El reloj marca las tres de la mañana.
-Oye, ¿nos hacemos la última?
-Busca en la nevera.
El rubio se levanta y vuelve, tras un buen rato de risas y tambaleos, con dos botellines de Judas, abiertos y bien fríos.
-¡Un brindis!
-¡Por nosotros!
Brindan, ríen. Ciro golpea suavemente el culo de la botella contra la mesa. Beben.
-¿Y qué vas a hacer el sábado con Gabi? Le dijiste que vendría con nosotros al bar, Ciro.
-Boh, Artu... La llevaré al bar, por supuesto. Pero venga, ya la has visto. Es incapaz de estar media hora en un sitio con mucha gente. Cenamos allí, como todos los sábados...- Lía un cigarrillo como puede, con bastante tino para lo borracho que va; y lo enciende. Expulsa el humo antes de seguir hablando.-...y luego, nos vamos, la dejo en su casa y recojo a Rake. No puedo faltar a la cita con Raquel.
-No, si lo digo por aquello de ayudar a la muchacha. Su mejor amigo y esas cosas.
Ciro gime.
-Merda.
-Sí, a eso me refería. ¿Por qué no pruebas a traer a Rake con todos, hum?- Le da un trago a la cerveza y mira fijamente a Ciro. Le brillan los ojos verdes por el alcohol.- En plan grupo y tal, y ya al acabar la noche, pues os piráis solos.
-¿Y a Gabi, quién la deja en casa, povera?
-Todos. Al salir del bar damos una vuelta, y la dejamos sana y salva.
-No quiero a Santi rondando a Rake. Es un salido, Roto.
Él se encoge de hombros.
-Es tu amigo, y le soportas. Sabes a lo que te arriesgas con él.
-Ayúdame a mantenerlo alejado de Raquel.
-Entonces agobiará a Gabi.
-Pues aléjalo de ella también.
-¡Eh, que soy tu amigo, no un guardaespaldas pluriempleado!
Ciro pone los ojos en blanco.
-¿No te parece bastante que vaya a tener que llevarme a Raquel con vosotros en vez de una cita nosotros dos solos?
La risa profunda de Arturo se le contagia. Empiezan a reírse, sin poder parar. Juraría que incluso se tiene que secar un par de lágrimas, mientras Roald se ofende por no poder tumbarse en su regazo.
-¡Ay!
Se queja cuando el gato le sujeta suavemente con los dientes el brazo. Aún le dura un poco la risa.
-Bene, bene! Ya te cojo, pesadilla.
Un trago a la cerveza, una calada, una caricia al pequeño tigre gris. Pone los pies sobre la mesa.
-¿Entonces?
-¿Entonces, qué, Spaghetti?
-Que si el sábado me ayudas con Gabi. Y con Raquel.
Arturo levanta una ceja.
-¿En serio me lo estás preguntando?
Se sonríen. Incluso en la oscuridad, saben que se están sonriendo. Ciro le pasa el cigarro, Arturo se estira en el sofá.
-Oye, Ciro.
-Cosa?
-Me puedo quedar a dormir aquí, ¿verdad?
-¿En serio me lo estás preguntando?
-Es que no recuerdo si llevo llaves. Y no quiero despertar a mi madre a estas horas...
El tono es serio. La niebla que el alcohol había provocado en sus cabezas se va en un parpadeo; y Ciro coge aire profundamente. Sabe el dolor que encierran esas pocas palabras.
-No quiero que se asuste, Ciro.
Se fija en la mano de su amigo, que se toca la delgada cicatriz de la sien.
-Eh, Roto. La cicatriz.
El rubio maldice, escondiendo la mano. Luego lo mira, tan serio como un enterrador.
-Tío, es sólo que no puedo olvidar lo que hizo ese capullo. Y parece que se están... Nos estamos recuperando. Pero si oye la puerta a estas horas y huele la peste a tabaco y alcohol, a mi madre le da un infarto. Y puede que a Marta también.
-Eh, te puedes quedar aquí a dormir siempre que quieras, macho. Ya lo sabes. No necesito ninguna explicación, Artu.
-Me pone de los nervios, Ciro. Me saca de quicio. Sigo soñando que no llego a tiempo de meterme en medio, que el golpe no me lo llevo yo; que...
-Arturo. Eh, Artu. -Ciro le aprieta el hombro, le sonríe.- Llegaste a tiempo. Lo largaste de casa, cazzo, y le devolviste la vida a tu madre y a tu hermana. Así que basta ya.
Un suspiro.
-¿Acabamos la birra, vecchio?
-Bien.
Vuelven a beber, y el ambiente parece relajarse. ¿Ha puesto la alarma en el móvil? ¿Le manda un mensaje a Rubén, por si no se despierta a tiempo para ir a la biblioteca?
Coge el teléfono, lo desbloquea. A su lado, Arturo ya está medio dormido en el sofá, con los pies descalzos sobre la mesa. Roald ronronea, profundamente dormido entre los dos.
El símbolo de un mensaje sin leer parpadea en la pantalla.

Messaggio di Gabi
"¿Voy el sábado a las 10 al bar de tus amigos?"

Sonríe un poco, medio dormido. La recuerda esa tarde, tímida, hablando apenas. Jam manejaba la conversación, como de costumbre, y Roto estaba tan callado como de normal. Pero entre las cervezas, las sonrisas y el buen rollo que llevaban, la muchacha empezó a perder el miedo. Cazzo, si parecía casi normal, preguntando y respondiendo sin tapujos. Incluso seguía alguna broma de Jam.

Se apresura a contestarle.

"¡Si! Si quieres, puedes ir antes. Jam y Arturo estarán allí :)"

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